viernes

La revolución no será televisada


OJOS NEGROS


El hombre es en sí mismo rebeldía
y la rebeldía es el motor de la humanidad.
Mijail Bakunin

Mírate papá, en esta foto tenías dieciocho años y estabas lleno de una timidez insondable. Eran los setenta, la época de los Rolling, tú leías El Capital bajo los nogales y creías en Marx en lugar de en la resurrección de la carne. Por las mañanas trabajabas en la panadería de tus padres y escondías los panfletos del partido comunista en sacos de harina con el miedo en el pecho. Tú por aquella época no tenías ni un duro pero ibas a las pensiones más sórdidas de Zamora por amor y pasabas frío en ellas por amor y tenías miedo en ellas por amor a la literatura. Al cabo de unos años te enamoraste de una mujer que no te hacía pasar ni frío ni miedo, una mujer que leía a Bakunin y fumaba L&M. Y te fuiste a Madrid a estudiar Derecho en la Autónoma y tus compañeros de piso te incitaban a fumar marihuana o atracar un banco. Y te cambiaste de piso, porque a ti en el fondo sólo te interesaban las conversaciones de política en los cafés vacíos. Franco había muerto y tú reafirmaste tu incredulidad hacia la resurrección de la carne. La Transición despuntaba con esa canción tan hortera inundando todas las emisoras. Libertad, libertad sin ira libertad. Y tú la cantabas en todas las manifestaciones e invocabas a Marx, siempre observándote desde el limbo con sus ojos de acero. Yo todavía no era nadie, ni siquiera una idea en tu mente de "progre". Habrían de pasar años para que tú y la mujer del L&M, en Lisboa, decidieseis tener una hija con el nombre de un personaje de Sartre. Y mírame, papá, tengo dieciocho años y amo a Sartre. Hoy me he dado cuenta de lo perra que es la vida. Aquí la gente sobrevive como puede para que a los hijos de los hijos de la ciudad no les falte de nada. Estoy harta de la prepotencia, papá. No me gusta lo que veo cada vez que me despierto y voy a la autoescuela medio zombie por la Gran Vía. Es imposible no implicarse. No hace falta viajar a la India para saber lo que es la pobreza, no hace falta viajar a la Conchinchina para saber lo que es la soledad. A lo mejor tú vecino necesita un abrazo, tus abuelos una llamada o una ayuda con los comedores las monjitas de la calle Pez. Ya no somos niños. Estaba bien cuando jugábamos al margen de lo que sucedía en el mundo porque nosotros vivíamos en el nuestro propio. Pero repito, ya no somos niños. Papá, tú me has puesto los pies en la Tierra. Ya es hora de que nos vayamos dando cuenta del ruido que hacen las radiales a las ocho de la mañana.

8 comentarios:

  1. Qué bonito post. Seguro que tu padre está orgulloso.

    Hay demasiado ruido, por eso muchos no lo escuchan.

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  2. Gracias! La verdad es que le ha hecho ilusión.
    Hay demasiado ruido y demasiada poca implicación. Tenemos que cambiar el rumbo de las cosas.

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  3. linda ruidografía.
    y los ojos azules.

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  4. cambiar el mundo es una utopía, dicen, cambiar el mundo, atracar bancos, financiar revoluciones, encabezar manchas humanas, compartir las ideas aunque el miedo, aunque el frío, aunque es fácil volver a los márgenes del mundo, abrazarse a la mujer que amas, cambiar el mundo para que nuestros hijos un día se miren en nosotros y quieran cambiar el mundo, como nosotros y fracasen, como nosotros y vuelvan, como nosotros, a los márgenes del mundo, con alguien que les ama, para perpetuar la tradición y escribir con besos y recuerdos lo que todo el mundo sabe: las buenas personas quisieron hacer del mundo un lugar mejor, pero fue el mundo el que hizo un lugar mejor de ellos

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  5. Comunismo. Publicidad cara, producto con sangre.
    Cebolla y pan.

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  6. Qué bueno tu comentario, Gonzalo. Tienes mucha razón.

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